Costumbres de gato.

El cardiólogo, persona de buena reputación, a saber él, le había recomendado no alterarse tan frecuentemente y llevar una vida más tranquila y sencilla, pues su simultáneo ataque al corazón se debía al estrés. No encontrando, entonces, mayor solución decidió dejar todo bien material y dedicarse a alcanzar el saber espiritual.

Con la idea de alcanzar el nirvana, se rapo el pelo y se metió a una abadía (mientras de tanto en tanto confunda religión con sectas) .Conforme los días pasaban ultraligero comenzaba a sentirse, desde según meditando con Dios y rezando cuando podía o se acordaba (Perdiendo mientras tanto las prioridades). Cierto día al levantarse se encontró con el alfeizar de su ventana a una paloma muerta en cierto estado de putrefacción. Asqueado, la retiro, más día tras día, la misma acción se repetía.

Una noche decidió mantenerse despierto y averiguar qué pasaba., con gran sorpresa vio como un gato pardo como la noche, se paraba en el alfeizar con la boca llena de una avecilla. La devoraba pulcra y elegantemente (sintiéndose el animal seguro), y cuando se cansaba, lo dejaba justamente en el borde. Fue encantes cuando entendió a tan extraño acto matutino, maldiciendo (claro esta) al gato. Pensó e ideo en cómo deshacerse de tan nefasto problema, desde el uso de un hacha hasta espantarlo con un perro.

Pero el felino tentaba su suerte, y era necio como el sólo podía, ya que ni la hacha, ni el perro , ni al zapatazo cedía hediondo hábito. Enojándose y haciendo berrinche, como todo buen señor feudal, decidió tomar medidas aún mapas drásticos, pero a la falta de dinero, tuvo que valerse de su ingenio. Rompió las cuencas de su rosario y una por una la metió en una avecilla muerta. Acomodo el cadáver en el alfeizar y espero a que la noche callera. Cuando llego el momento esperado, el gato curioso primero husmeo de lado a lado...

Ansioso de por fin acabar con tan tremendo animal, quiso el festejar fumando, que mal que precisamente una de sus recomendaciones se lo impidiera. El gato cuidadosamente retiro las cuencas y de un salto se alejo con el cuerpo del ave entre las mandíbulas. Entre indignado y sorprendido, el hombre intento atraparlo al animalejo y así darle rienda suelta a la merecida tunda, pero se olvido de su esparcido crucifijo en el suelo, resbalando y provocándose un ataque masivo y muriendo.

En el cuarto contiguo, indiferente a los que a su compañero le ocurría, fumaba otro buen cristiano, muy tranquilo y despreocupado. Riendo irónicamente ante la idea de que a su gato no le agradar el olor como el humo del cigarro.

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(Cuento para la materia Factores Humanos de la Comunicación, en el tema de Creatividad... y yo muriendome de sueño...)